miércoles, 28 de diciembre de 2016

CAMINO A LA PERDICIÓN

Nací a finales de la década de los 70. En 1978 concretamente.

Eso quiere decir varias cosas: una, que tengo 38 años a día de hoy (aquí podéis comprobar mi dominio de las restas con llevadas en particular y de las matemáticas en general). La segunda, que conocí cosas que a día de hoy son verdaderas antiguallas, como la TV en blanco y negro, el walkman, el CinExin, la carta de ajuste o los políticos honrados (bueno, vale, esto nunca ha existido, pero por lo menos antes no era tan evidente). Y la tercera, y más importante de todas, que me estoy haciendo viejo.

Y me estoy haciendo viejo porque ya no sabría cómo actuar si volviese a tener 16 años. Sinceramente, no sé si es que últimamente los tiempos van demasiado deprisa o mi capacidad de adaptación se ha vuelto excesivamente lenta. Ha habido tantos cambios en tan poco tiempo que si tuviera que volver a la adolescencia preferiría morirme que pasar por ese trago. Y no es por volver a no tener independencia económica, no es por tener que volver a obedecer a mis padres, no. Voy a explicarme.

Como decía hace pocos días en tuiter, creo que el tema del feminismo se nos está yendo de las manos. Es cierto que a lo largo de la historia las mujeres han recibido un trato vejatorio, que han sido menospreciadas e infravaloradas. Es cierto que, por más avances que haya habido, sigue sin haber igualdad en muchos aspectos, pero por citar uno, diré por ejemplo en el ámbito laboral, donde la mujer está menos valorada y peor pagada que el hombre, so pena de poder ser despedida por el mero hecho de quedarse embarazada.

También está lo de la violencia de género, pero es un tema que me produce tanto asco y rabia que prefiero ni mencionar siquiera.

Pero bueno, a lo que íbamos. Si bien es cierto que la mujer ha estado cultural e históricamente por debajo del hombre, yo siempre he sido un defensor de la igualdad. Todos los seres humanos somos iguales, independientemente de nuestro sexo, credo, color de piel, ideología política o lugar de procedencia. Y cuando digo que el tema del feminismo se nos está yendo de las manos, lo digo porque hemos cruzado una delgada línea que no debíamos haber cruzado. Las mujeres (algunas, ojo) han cogido por su mano la lucha por la igualdad y la han convertido en una cruzada estúpida en la que lo importante no es tener los mismos derechos, si no machacar al sexo opuesto, utilizando como arma cada palabra que se les dice, cada hecho que acontece. Me he cansado de leer cosas sobre micromachismos (he llegado a leer que "que un hombre te invite a un café sin conocerte de nada es machismo"), sobre lenguaje igualitario (que está bien quejarse porque los términos genéricos sean en masculino, aunque me parezca excesivo, pero de ahí a querer normalizar el uso de palabras como "compañeres" o "amigues" va un trecho), o sobre actitudes ante la vida.

Por eso doy gracias al cielo (y no hablo de un cielo religioso, si no de todo aquello que está sobre nuestras cabezas) por haber nacido a finales de los 70. Porque si para mí (no sé si para todos, pero para mí lo era) ya era difícil ligar en aquella época, imaginaos ahora en un mundo en el que por decirle a una mujer "qué guapa eres" o "¿quieres quedar para ir al cine?" te pueden acusar de machista, falócrata y heteropatriarcal.

Sinceramente, no envidio la suerte de los adolescentes de hoy en día, pues si bien gozan de más libertades en algunos aspectos, en otros están sembrando un camino a la perdición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario