13 de abril de 2.016.
Un día para la leyenda.
Y no, por más que se empeñara el niño travieso de la NBA, Stephen Curry (46 puntos con 10 triples, dejando una histórica marca de 402 triples en una temporada, y la victoria número 73, echando por tierra el mítico 72-10 de los Bulls de Jordan), en que esa fuera su noche para la historia , la historia de esa noche, ya estaba escrita.
Kobe lo sabía. Los Lakers lo sabían. La NBA lo sabía. ¡Qué demonios! El mundo entero lo sabía.
Y allí apareció Kobe, en su última noche vestido de oro en el Staples Center, dispuesto a jugar con el corazón, y, ¡vaya si lo hizo!
Jugó los 42 minutos de partido (nada mal para un jugador con 38 años y 20 temporadas a sus espaldas. Anotó 60 puntos, sí, SESENTA, no es una errata, capturó 4 rebotes y repartió 4 asistencias. Y, el mundo, una vez más, se rindió a los pies del mejor jugador de todos los tiempos.
La gente se preguntaba continuamente si un jugador con esos números iba a retirarse, pero sí. Se retira. Como los grandes, en lo más alto. Para que acabe el mito y comience la leyenda. Para que todos podamos decir #YoViJugarAKobe.
Para demostrar, una vez más, que lo humano y lo deportivo no tienen secretos para él.
El baloncesto, créanme, es lo de menos...
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